En una oficina lujosa y sombría, la ejecutiva Diva, vestida con elegancia audaz, camina con paso firme y seguro. Mientras avanza, tira papeles al aire con desdén. Sus empleados, aterrorizados, la observan con ojos abiertos, susurrando entre ellos. La iluminación es baja, con tonos rojos intensos que acentúan la tensión y el drama del momento. La Diva, imperturbable, se mueve con una gracia imponente, dominando la escena con su presencia implacable.