“Algunos niños se rieron de mí y
me empujaron al salir. No tenía dinero. Me caí en el patio agobiada por la
vergüenza y me levanté humillada. Había entonces un campesino que vendía
verduras en un puesto ambulante y vio todo cuanto había pasado. Cubrió su
género con un trapo y se acercó para consolarme; luego, agarrándome de la
mano, entró en el colegio y pagó mi matrícula.”